No hay fecha que no llegue ni plazo que no se cumpla. Y llegó el encuentro con el Kilimanjaro. El reto empezó en los aeropuertos. Una noche mal pasada en el aeropuerto de Teherán para llegar a Doha. Para quitarle lo tedioso al asunto mi subconsciente decidió perder la conexión en Doha. Terrible error que pagué con 24 horas de prisión en el aeropuerto (me retuvieron el pasaporte). Gracias a Al-ah y a los petrodólares el aeropuerto tenía un spa en el que pude matar el tiempo. Finalmente llegué a Tanzania exactamente un día después de lo programado.
jpgonzalezambia
16 chapters
15 Apr 2020
May 05, 2017
|
Kilimanjaro
No hay fecha que no llegue ni plazo que no se cumpla. Y llegó el encuentro con el Kilimanjaro. El reto empezó en los aeropuertos. Una noche mal pasada en el aeropuerto de Teherán para llegar a Doha. Para quitarle lo tedioso al asunto mi subconsciente decidió perder la conexión en Doha. Terrible error que pagué con 24 horas de prisión en el aeropuerto (me retuvieron el pasaporte). Gracias a Al-ah y a los petrodólares el aeropuerto tenía un spa en el que pude matar el tiempo. Finalmente llegué a Tanzania exactamente un día después de lo programado.
Apenas aterrizas y sabes que estás en Africa. El aeropuerto es muy básico. En el camino al hotel se siente el ritmo semi lento africano (pole pole), las mujeres con sus amplias caderas y vestidos coloridos equilibran en la cabeza la carga que llevan. Muchos de los hombres están al acecho con sus motocicletas y muchos otros llevan sus túnicas tradicionales con su bastón, que después identificaría como pertenecientes a la tribu Masai. La carretera está flanqueada por innumerables changarros en una situación precaria. La llegada al hotel, a las afueras de Arusha, es pintoresca y la bienvenida es muy buena. La gente del African Ambiance Lodge muy sonriente y amable, y la mesera del restaurante rete linda carajo, me enamoré. Ese día no hubo mucho más y la mañana siguiente llegó el buen Wally con su dosis respectiva de sobrecarga aeronáutica.
No había tiempo que perder y en versión zombie me lo llevé a la ciudad (es un decir) de Arusha para contratar los tours a Kilimanjaro y el Safari. Muy confiados decidimos tomar el dala dala (pesero tanzano). La falta de pigmento obviamente te delata de inmediato como turista con dólares. Después de ver algunas opciones, nos refugiamos del asedio callejero en Africa Café y finalmente nos dejamos persuadir por Godfrey y sus Kilimanjaro Amazing Adventures.
El día siguiente empezó la aventura por la ruta Marangu que después nos enteramos la denostaban como la ruta Coca Cola sólo porque duermes en albergues. A mucha honra porque gracias a eso no dormimos mojados un par de noches. Traíamos un equipo como si fuéramos a subir el Everest, de 9 personas! Nunca supimos bien que hacía cada uno pero lo que sí estaba claro es que su mayor expectativa era la propina. Todos buena onda. Nuestro guía era Ezequiel y el segundo guía Clemence, un tipazo con quien platiqué muy a gusto. Ezequiel un tipo duro, echado para adelante y en estado puro, de decir sin el menor refinamiento, arquetipo de la "buena bestia". Y con un parecido al famoso personaje de tez obscura de WhatsApp (en el rostro, aclaro, por lo que a mi me consta) que no pudimos materializar en una foto. Para el anecdotario, la charla durante la cena en la que nos contó que no usaba guantes porque calentaba sus manos en el escroto. Así nomas, provecho.
La subida es espectacular por el cambio en la vegetación conforme vas ganando altura. Empezamos el recorrido a 1,800m en un clima tropical para llegar al primer albergue a 2,700m. En la cena nos encontramos con un ucraniano todas-las-puedo, muy informado del acontecer mundial y que despotricaba contra Tanzania porque estaba muy molesto con lo que tuvimos que pagar para subir la
montaña. En el segundo día los árboles altos y verdes son sustituidos por arbustos pequeños y pastos altos dorados. A los costados de las bajadas de agua crecen unas palmeras muy peculiares. Dormimos a 3,700 m en unas cabañas con baños decentes, contextualmente de lujo porque tenían WC. En la noche nos encontramos con un grupo de danesas que festejaban su ascenso. Y con una japo que se había preparado muy fuerte pero estaba nerviosa por la altura. En Japón, comentó, la montaña más alta es de 3,300 m. La mañana siguiente continuamos con la subida a lo largo de la cual la vegetación se hace cada vez más escasa hasta llegar al desierto alpino. Llegamos al último albergue a 4,700 m a las 2 de la tarde.
Descansamos unas horas en el último albergue, intentamos dormir sin conseguirlo y cenamos mucho espagueti a la boloñesa a
sugerencia de nuestro guía. Error fatal, el retortijón no me dejó en paz durante todo el ascenso y ya de bajada tuve que dejar una ofrenda mexa por los caídos de la montaña. Esa misma noche, antes de medianoche, iniciamos el ascenso final. El frío era extremo. Apenas con cinco capas y el movimiento entré en calor. Y eso sin contar con la capa integrada que había acumulado consistentemente precisamente para momentos como estos. Me asignaron el primer lugar y a Wally el segundo, lo cual no es una distinción. Y el pobre de Clemence llevó mi backpack. Más tarde Wally hizo lo propio y la paso sus cosas a Ezequiel. Ya sabía que a estas alturas es más difícil respirar pero hasta que lo experimentas lo sabes realmente. Los arenales eran interminables, tediosos y la noche abierta y estrellada se empezó a cerrar. El guía no se cansaba de repetir "breath deep" y forzaba demasiado el paso hasta que me quemó y me colmó la paciencia. Ya me quería regresar pero afortunadamente estaba Wally ahí y continuamos, pero logramos que fuera Clemence quien ahora marcara el paso. Para mí fue el punto de quiebre para lograr llegar al primer pico del Kilimanjaro a las 6am. Un frío tremendo arriba y solo con una sexta capa, la de la chamarra de plumas, pude soportarlo. Poco después empezó la tormenta de nieve, muy poca visibilidad que nos impidió ver el cráter. Seguimos al segundo pico y finalmente al anhelado tercero, el punto más alto de Africa. Sin descanso
porque con ese frío si te detienes te congelas. El abrazo con Wally, las fotos imprescindibles y, de inmediato, el inicio del descenso.
En el descenso nos explicaron porque el ascenso es de noche: con luz, la mayoría desertan o se detienen a descansar porque hace menos frío. Nuestra compañera japo tristemente se quedó en el camino; ya no la vimos pero nos dijeron que estaba muy decepcionada. El ucraniano, un día antes, también se quedó, por atascado. En la cima nos encontramos con un par de grupos que subieron por otra ruta. La bajada fue rápida porque Ezequiel me llevó de la mano en los arenales como si fuéramos esquiando. Afortunadamente Wally no tomó foto pero no desaprovechó la oportunidad de reírse. Ese mismo día, después de un descanso de 2 horas, bajamos al penúltimo albergue. Y el último día bajamos triunfantes lo que faltaba y deje los pies en el camino porque me quedaban un poco grandes los zapatos ya sin el calcetín grueso. La
recompensa fue ver unos changos en el camino de regreso que saltaban entre los árboles. Y ahí cambiamos al canal del Safari, después de 68 kilómetros y 8,000 metros de recorrido, nos ganamos unos días de descanso sentadotes en el jeep.
1.
Bad hombre en camino
2.
Toronto familiar
3.
La tierra del pájaro Auck
4.
Entre bahías y tratados
5.
Una Madre Tierra explosiva
6.
Medio maratón alpino
7.
Despedida de la Isla Norte
8.
Los sorprendentes glaciares
9.
El otro fin del mundo
10.
Bye bye primer mundo
11.
En persa
12.
Where is Saguii
13.
El imán del desierto
14.
Aquí habló Zaratustra
15.
Cosmopolitanismo islámico
16.
El ascenso rompequinielas
Create your own travel blog in one step
Share with friends and family to follow your journey
Easy set up, no technical knowledge needed and unlimited storage!