El COVID había puesto en jaque mate nuestro viaje un año antes, y recuerdo cuando me llamaste y me dijiste: "Paula, nos vamos, pase lo que pase, nos vamos". Y ahí comenzó nuestra búsqueda de un destino que cumpliera con todos nuestros requisitos y los sanitarios :)
Comenzaba nuestra aventura, después de un largo viaje en avión y los típicos nervios de "¡¡¡¡nos vamos!!!!!" diciéndole entre dientes.
Paula Carsi
5 chapters
4 Jan 2022
La Fortuna
El COVID había puesto en jaque mate nuestro viaje un año antes, y recuerdo cuando me llamaste y me dijiste: "Paula, nos vamos, pase lo que pase, nos vamos". Y ahí comenzó nuestra búsqueda de un destino que cumpliera con todos nuestros requisitos y los sanitarios :)
Comenzaba nuestra aventura, después de un largo viaje en avión y los típicos nervios de "¡¡¡¡nos vamos!!!!!" diciéndole entre dientes.
Tras una primera noche que podemos obviar, allí estábamos, con nuestro cochecito, que se convertiría en nuestro gran compañero de viaje, la cámara al cuello y la mejor música costaricense.
Parábamos en cualquier cascada, lugar verde y húmedo que encontrábamos. Estábamos fascinadas por aquella inmensidad. Nos daba igual si era un puente de paso, un barranco o había que parar a hacer pis.
Nuestro primer destino nos esperaba con su imponente volcán tras la niebla, sus coloridas casitas, y una ríquisima comida casera.
¿Por qué íbamos a empezar nuestro viaje haciendo cosas legales?
Una excursión "ilegal" y de madrugada escondiéndonos de los locales, sonaba mucho más emocionante.
Como las que van a robar un banco nos adentramos en el verde de la parte baja del lvolcán, y decidimos confiar y seguir nuestro instinto para seguir al que sería el primero de nuestros grandes descubrimientos en nuestro camino.
¡Íbamos a subir al Cerro Chato! con nuestro colegui Herson :)
La entrada al sendero ya prometía, y la lluvía se estaba preparando para darnos una gran sorpresita.
Pero ese conjunto de consecutivas decisiones y condiciones de contorno ayudaron a que fuera una de las excursiones y aventuras
más únicas de nuestras vidas.
Mochila a la espalda y palo en la mano fuimos sorteando, escalando, resbalando y saltando cada uno de los obstáculos hasta llegar a nuestra cima. ¡Grandes jabatas!
Y Herson nos lo quiso reconocer con su gran mensaje a nuestros papás.
Aquel lugar tenía algo mágico, y aunque la niebla no nos dejaba ver su totalidad, lo hacía un poco más místico.
Un ataque de arenas movedizas y un poquito de frutos secos y ale, listas para la bajada de vuelta.
Aquel sitio era precioso. Cruzamos zonas donde casi nos toca bucear y nos coge una anaconda.
Sumábamos moratones y heridas a nuestro paso, y de vez en cuando se nos pasaba por la cabeza si aparecería la policía, o los 4 colegas de Herson para raptarnos y tirar nuestro instinto de confiar en las personas por el suelo...
Pero nada más lejos de la realidad, allí estábamos, empapadas, terminandonuestra aventura, y no teníamos ni idea de la recompensa que nos esperaba abajo.
Unos poquitos rayos de sol nos daban la bienvenida, y unas súper quesadillas grasientas nos llenarían el estómago. Sin saber lo que nos esperaba de vuelta. Cuando la lluvia nos dio un poco de tregua, y como chicas simpáticas y agradecidas, llevábamos a Herson a casa. Y entre nuestras conversaciones, no sé explicar cómo ocurrió todo.
Algo caía, le siguió un frenazo, un golpe, un grito y un buen susto...
Empezaron a aparecer nuestros héroes, un digno indígena recién salido de las montañas nos guiaban para salir de debajo del enorme TRONCO QUE NOS ACABABA DE CAER ENCIMA!!! Y por supuesto, había pllado el cable de alta tensión y comenzaba a arder.
Y nosotras sin seguro a todo riesgo... claro que sí... La tranquilidad y normalidad con la que los locales afrontaban la situación nos asombraba, como si lo vivieran todos los días. Una vez el troncó prendió y cayó, comenzó nuestra escena favorita. La gente salía de sus coches con sus machetes como si sacaran los clinex de la guantera, y comenzaban a cortar el árbol para abrirnos camino.
Toda una inmersión en la cultura local, desde luego.
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